La paja en el ojo ajeno
Siempre me ha atraído el mundo de los refranes, las citas y los proverbios. Estas pequeñas frases transmiten una sabiduría descomunal en forma de consejos que en momentos de nuestra vida pueden llegar a ser extremadamente útiles. Con los nuevos hábitos de consumo y la celeridad del mundo digital, parece que las nuevas generación han olvidado aquellos consejos de la abuela que se repetían generación tras generación, donde parece muchas veces que todo está ya dicho.
Tengo la sana costumbre de emitir refranes y frases célebres en mi perfil en las redes sociales en las que participo activamente y lo cierto es que el grado de retroalimentación y conversación que recibo de mis conocidos es bastante alto. Estas frases llaman la atención, y mucho, por lo que se convierten en debates con especial sabor sobre su contenido y la veracidad de los consejos que ofrecen, algo que se comprueba con el paso de los años de cada uno.
Hace algunas semanas recibí un feedback que me llamó bastante la atención tras la publicación de una de estas frases. No te fijes tanto en los demás, fíjate más en ti mismo y en qué puedes hacer para ser mejor, decía en mi página de Facebook, tras lo que se iniciaba un pequeño debate sobre el contenido de esta sencilla frase.
Llegábamos a la conclusión de que necesitamos fijarnos en nosotros más que en los demás, con el objetivo de conocer nuestras posibilidades, saber hasta dónde podemos llegar y descubrir cómo mejorar. Pero también comentábamos a partir de Estuardo Wyss que en ocasiones somos más partidarios de ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el ojo propio.
De igual forma, Pedro Márquez interpretaba la frase anotando que a veces es recomendable asomarse a la ventana para ver qué están haciendo nuestros vecinos y comprender, en caso de error, qué no debemos hacer nosotros en el futuro. Se puede aprender de los demás, sí, pero también "desaprender", así que considero que una vez sabemos hasta donde podemos llegar, debemos mirar al prójimo.
Otra aportación interesante es que debemos evitar caer en el complejo de Zaratrusta, es decir, en mirarnos tanto al ombligo que no veamos más allá y terminemos creyéndonos nuestras propias "verdades". Conviene conocerse a uno mismo, pero tenerse en la estima justa y necesaria para avanzar y crecer con humildad. Parece mentira que una frase tan simple haya dado como resultado conclusiones tan dispares.