Declive inexorable del pequeño comercio de cercanía
Momento agridulce cuando uno de los comerciantes que más visito del barrio me ha comentado que en julio cierra el negocio por jubilación.
Me he alegrado por él, por supuesto, podrá descansar su retiro profesional y emplear su tiempo de la manera que mejor estime oportuno. Toda una vida de trabajo que merece su recompensa.
Pero me ha dado pena por el comercio local, de cercanía, por la salud del barrio y de sus vecinos, que va cerrando local a local de manera inexorable.
En muchos casos los cierres no son sustituidos por otro negocio sino que se convierten con una reforma en apartamentos en planta baja para viviendas, dentro de la vorágine de falta acuciante de vivienda que vive Madrid.
Me he alegrado por él, pero siento que perderé algo a partir del momento que cierre la persiana de ese negocio, para no abrir de nuevo jamás.