jefe
Detrás de un buen líder, siempre hay un gran equipo
Dicen que las mejoras hazañas se consiguen en compañía. Ninguna batalla se ha ganado sola y ha salido victoriosa aunque la historia se empeñe solo en recordar a quienes dieron las órdenes. El capitán del barco es fundamental, pero no el único elemento que contribuye al éxito de una gran tripulación.
En los cursos de formación, siempre se habla sobre la necesidad de formar líderes que sean capaces de dirigir y coordinar equipos humanos para conseguir resultados. Un cabeza de equipo debe saber tomar las decisiones oportunas para conseguir que los engranajes de su escuadrón giren con soltura.
Sin embargo, ¿qué piden estos engranajes para seguir adelante con su cometido? No son pocas las ocasiones en las que se habla sobre las cualidades del líder, pero pocas veces este discurso analítico se centra en lo que verdaderamente necesita un equipo humano para poder depositar su confianza sobre esta figura dirigente.
Precisamente ese primer requerimiento es la confianza, saber que el responsable del equipo humano es una persona cercana con la que se puede hablar de tú a tú. El trabajador no necesita un amigo, sino un guía profesional capaz de atender sus necesidades y de cubrir posibles carencias.
Todo líder de grupo debe ser a la vez profesor. En ocasiones se exige a los trabajadores que estén dispuestos a cambiar su forma de trabajar y pensar para aplicar nuevos métodos. Para conseguir que este proceso de aprendizaje tenga éxito, es necesario que el líder sea capaz de educar y formar, no basta con ordenar.
Sumando la confianza a la idea de formar a los trabajadores, podemos llegar a la conclusión que los empleados necesitan un jefe que sea capaz de sacar el máximo jugo a cada uno. Como jefe no solo necesito enseñar a hacer algo, sino también dar las herramientas para que el empleado lo haga solo.
Además, también es necesario que el jefe sea lo suficientemente ágil como para incentivar que los trabajadores experimenten por su cuenta y prueben nuevas formas para conseguir resultados. Es fácil. Un empleado gana más con un jefe permisivo que le permita probar –incluso fallando– que siguiendo un camino pautado.
Otra de las características fundamentales que se exige a todo líder es saber transmitir pasión por lo que hace, algo que solo se conseguirá trabajando mano a mano con su equipo. De un jefe distante solo surgirán trabajadores distantes. La implicación con el proyecto debe venir desde arriba para extenderse hacia abajo.
Pero para transmitir esta pasión y ofrecer confianza a los trabajadores, es necesario que el responsable de equipo sea observador para localizar posibles problemas y carencias del grupo. Con la observación del entorno de trabajo, el líder tendrá una posición apropiada para superar posibles problemas.
En ocasiones, más vale plantearse cómo quiere un trabajador que actúe su jefe que responder al perfil clásico de responsable de equipo. Cada equipo humano es un mundo, por lo que nuestra actitud como líderes será fundamental para conseguir resultados.
Las cualidades del anti-jefe
Se ha escrito largo y tendido sobre lo que debe hacer un jefe con sus empleados para potenciar el rendimiento del equipo humano y conseguir grandes resultados en una empresa o proyecto. Los expertos piden proactividad, seguridad, organización, etc. y un sinfín de factores que, en esencia, son las teóricas bases del éxito profesional.
Pero me sorprende que rara vez el mundo de los recursos humanos se trate el tema opuesto, es decir, lo que no debe hacer un jefe para tratar a sus empleados. La realidad difiere enormemente cuando hablamos de los gazapos comunes en la gestión de grupos profesionales y obviamos la manera de corregirlos.
La primera cualidad del anti-jefe es no saber escuchar. Y no solo no saber atender las palabras de los trabajadores, sino escuchar más allá de las conversaciones –leer entre líneas– para detectar problemas que afecten al ritmo de trabajo.
Dicen que no mantener las distancias también puede derivar en problemas laborales. Con esto no quiero decir que la relación responsable-empleado deba ser fría, sino que debemos saber marcar el paso y definir hasta dónde llega lo personal y hasta dónde lo profesional. Este binomio es fundamental.
Un error común es exigir a los empleados tanto por encima de sus posibilidades como de las nuestras. Serás un mal jefe cuando utilices un trabajador para solucionar problemas que son de tu menester y que ni tú mismo eres capaz de solventar.
Con esto no quiero decir que se deba evitar a toda cosa el hecho de exigir y de buscar la superación de cada empleado, sino que estos elementos se deben lograr en el clima de aprendizaje apropiado, en el entorno donde el responsable de equipo humano sea capaz de formar y educar a los trabajadores.
El exceso de responsabilidad también puede generar situaciones incómodas en el trabajo. Si eres el responsable y tienes los conocimientos para cubrir carencias de un trabajador, piénsalo antes y deja que éste aprenda y trate de corregir sus errores.
Hacer el trabajo de los demás, cuando estos pueden evolucionar en su aprendizaje para conseguir resultados, es menospreciar indirectamente y de manera involuntaria la labor de otros, por lo que se genera una situación desfavorable para el clima de trabajo.
Por último, otro error fundamental es ser jefe, aparentarlo y no hacer de jefe. Las crisis laborales más claras y comunes se generan cuando el responsable no cumple con sus obligaciones y esta actitud queda visible a los empleados. Aquí es cuando surgen las rencillas y los comentarios que más lastran el día a día.
Todo jefe puede tener un anti-jefe en su interior en algún momento de su vida. Para evitar que éste salga a la luz, lo mejor es concentrarnos en aquellas virtudes positivas y tratar de borrar del mapa aquellas que resulten negativas para el equipo humano.